"Mucha gente preferiría morir antes que pensar. De hecho, lo hacen" Bertrand Russell.

martes, 4 de noviembre de 2014

Nos vamos a un lugar mejor (un aviso tardío)

No, no hablo de suicidarme para irme al más allá. Este proyecto empezó como un espacio exclusivo para temas de filosofía (principalmente filosofía de la ciencia), para así utilizar mi principal blog, El escéptico de Jalisco, como un espacio dedicado únicamente a la denuncia de la irracionalidad y la promoción del pensamiento crítico.

Sin embargo, en los últimos meses me ha sido bastante difícil poder sentarme tranquilamente (por cuestiones de falta de tiempo por escuela y trabajo) y publicar de forma periódica aquí y en otros espacios. Hace poco más de un par de meses, el doctor Roberto Augusto me invitó a participar en su proyecto más reciente: Filosofía en la Red, un blog en el que escriben algunos autores admirables tales como el mismo doctor en filosofía Roberto Augusto y el doctor en ciencias sociales Gabriel Andrade; el director ejecutivo de ARP-SAPC, Ismael Pérez Fernández; el economista José Luis Ferreira; el biólogo y filósofo de la ciencia Manuel Corroza; así como "facebookfriends" como el creador del blog De Avanzada, David Osorio (para ver la información de todos los autores que colaboramos en Filosofía en la Red entre aquí).

Filosofía en la Red es un proyecto ambicioso que busca convertirse en el principal blog de filosofía actual en el mundo de habla hispana, visión que no es para nada descabellada, dado que la mayoría de los sitios de filosofía en español se dedican casi exclusivamente a postear citas de Platón o a discutir las tonterías de Heidegger y similares.

Sin hacer más divagaciones y anuncios comerciales, "declaro oficialmente" el cierre de este sitio para dedicarme únicamente a mi blog El escéptico de Jalisco y a mis colaboraciones en Filosofía en la Red (aunque la verdad, también estoy preparando una colaboración para el sitio en español de la Fundación Richard Dawkins para la Razón y la Ciencia, así como un artículo sobre el cientificismo para la revista Protrepsis, artículo que será el primero de mi autoría que se publicaría en una revista con peer review).

Este sitio permanecerá abierto (por lo menos hasta que Blogger lo permita) para su consulta, aunque me ocuparé de pasar todos los artículos aquí escritos a Filosofía en la Red (ya corregidos y ampliados), además que no es 100% seguro que esto sea para siempre. Donde hubo fuego, cenizas quedan, y de las cenizas de La pipa de Russell puede surgir nuevamente como el ave fénix.  De momento, no me queda otra cosa más que decir excepto un ¡GRACIAS! a todos aquellos a los que me siguieron, comentaron y criticaron (racionalmente).

Seguiremos en contacto en El escéptico de Jalisco (en el que me estoy esforzando por sacar mi nuevo artículo sobre por qué no creerle a la Iglesia Católica) y en Filosofía en la Red (en donde, además de traspasar varios de mis artículos ya existentes, tengo planeado platicar después sobre el tema de la pseudociencia agujero negro, la comparativa de aportes a la humanidad entre los dos Foucault conocidos: el físico del siglo XIX León Foucault y el charlatán académico Michel Foucault; también hablaré después sobre el "escándalo Sokal de la teología", una broma académica de Maarten Boudry que puso en evidencia la estafa de esta disciplina pseudohumanísta, entre otras sorpresas).

Atte: Daniel Galarza Santiago.

jueves, 25 de septiembre de 2014

¿Weinberg contra la filosofía?


Contrario a los tiempos en que los físicos eran personas versadas no solo en la física, sino en otras áreas como la filosofía, hoy en día es relativamente sencillo encontrarse con declaraciones de algunas de las mentes más importantes de la ciencia actual, desprestigiando la filosofía por razones ingenuas (por decir lo menos). Parece que los tiempos en que físicos de la calidad de Ernst Mach, Albert Einstein, Niels Bohr, Max Born, Erwin Schrödinger o Werner Heisenberg, que además de mostrar una invaluable labor para la ciencia, se encontraban profundamente comprometidos con los problemas filosóficos de su disciplina, quedaron atrás.

Así tenemos a Stephen Hawking quien en conferencias y en su último libro divulgativo El gran diseño (junto a Leonard Mlodinow) asegura que "la filosofía ha muerto." También tenemos al regañado Lawrence Krauss, quien después de recibir elogios (muchas veces exagerados, como el de Dawkins) por su libro Un universo desde la nada, llegó a comparar la utilidad de la filosofía de la ciencia con la teología y la religión, asegurando que la primera no aporta nada en la actualidad (tal como las dos últimas). Krauss se "disculpó" luego de variadas críticas por Daniel Dennett y otros. En tiempos más recientes, el nuevo rostro de la legendaria serie Cosmos, Neil DeGrasse Tyson aseguró básicamente que los filósofos solo se la pasan dando vueltas con problemas viejos o sinsentidos, y que además, distraerse con la filosofía puede frenar el progreso en la investigación científica. El complejo antifilosofía* de estas personalidades parece ser cada vez más común, incluso entre divulgadores populares más regionales, tales como el periodista Mauricio-José Schwarz, quien ha llegado asegurar que la filosofía debería salir de las universidades públicas. ¿Por qué? Porque no produce conocimiento sobre el mundo tal como lo hace la ciencia (parece que no se ha enterado que para eso tenemos la ciencia, mientras que la filosofía ni siquiera busca competir en un área en que la ciencia ha hecho un excelente trabajo, sino todo lo contrario).

Este tipo de ataques irracionales hechos por algunas de las principales personalidades defensoras de la razón merecen mayor atención, ya que al ser consideradas figuras que piensan y opinan con conocimiento y argumentos, causan daño al exhibir una visión falsa sobre una disciplina como la filosofía. Sin embargo, este no viene a ser nuestro tema principal, ya que por el momento nos concentraremos en otro físico. Un premio Nobel que también ha sido tachado de acomplejado antifilosofía pero que, en mi humilde opinión, esta es una falsa acusación. Me refiero a Steven Weinberg.

En su libro de 1993, El sueño de la teoría final: la búsqueda las leyes fundamentales de la naturaleza, Weinberg dedica algunos ensayos a defender el pensamiento científico contra las formas de pensamiento mágico, tal como la idea de Dios. Sin embargo, también dedica un capítulo que, desde su título, ya parece suficiente como para prender las alarmas: "Contra la filosofía." La preocupación desaparece una vez se lee con atención la primer nota de pie, que nos dice que cuando presentó su ensayo a unos amigos filósofos, éstos le aconsejaron a Weinberg que cambiara el título. Y es que, tal como sus amigos lo notan, el ensayo de Weinberg no va realmente "contra" la filosofía, sino contra las posturas filosóficas que resultan nocivas a la ciencia: el positivismo lógico y el relativismo cultural (dos extremos opuestos igual de nocivos). El físico nos aclara que el título suena llamativo, además que un título como "Contra el positivismo lógico y el relativismo" no sonaría tan bien para un libro de divulgación.

Weinberg lanza una rigurosa crítica a estas dos posturas conocidas en epistemología con ejemplos históricos que muestran cómo una mala filosofía que no va de acuerdo a la investigación científica puede retrasar o entorpecer realmente el progreso científico. Aunque es una lectura altamente recomendable, Weinberg, que no es filósofo y no pretende serlo, comete algunos errores en su apreciación de la filosofía de la ciencia. (También es importante recalcar que este premio Nobel de física presenta una lectura atenta en filosofía de la ciencia, así que no es ningún tonto ni tampoco desconoce del tema, algo opuesto a lo que se aprecia en algunos de sus colegas).

Al inicio del capítulo, Weinberg nos explica cómo personalmente la filosofía de la ciencia nunca le ha servido para su trabajo como físico, y de cómo le parece que los trabajos en ésta área resultan ser intrascendentes. Ciertamente, los filósofos no se especializan en filosofía de la ciencia con la esperanza de encontrar trabajo en un laboratorio o en un instituto científico para ir con los físicos teóricos y decirles cómo deberían hacer un experimento o cómo formular una teoría. Desde luego, existen físicos (y demás científicos) que se encuentran ocupados en problemas filosóficos sobre la ciencia, y filósofos con amplios conocimientos científicos que se preocupan en los fundamentos y problemas que presentan las últimas teorías científicas. No parece haber gran diferencia entre el científico de intereses filosóficos y el filósofo de perspectiva científica, salvo tal vez el título que tienen colgado en la pared de su despacho personal. Podríamos decir que cualquier científico interesado en los fundamentos y problemas generales de su ocupación es, hasta cierto punto, un filósofo de la ciencia (algunos más amateurs que otros).

Aún aquellos que cumplen con el complejo antifilosofía, sin saberlo, llegan aportar valiosas reflexiones sobre los principios fundamentales de la ciencia. Uno de los mejores ejemplos recientes es el de Stephen Hawking en su obra El Gran Diseño (misma en la que declara la muerte de la filosofía en su primer hoja). Hawking se ocupa en sus primeros capítulos de abordar algunas de las preguntas filosóficas básicas tales como ¿qué es lo que existe?¿podemos llegar a saber algo del mundo real? ¿cómo podemos conocer lo que existe? ¿en qué nos podemos basar para asegurar que algo existe más allá de nuestra propia mente? Aunque no dudo que más de uno dirá con esto un "¡Ahá! eso demuestra que los científicos no necesitan saber de filosofía", lo cierto es que sería erróneo pensar que Hawking responde a estas preguntas con ciencia. Hawking filosofa, llegando a concluir que para que la ciencia funcione, es necesario presuponer el realismo dependiente del modelo, es decir:

"La idea de que una teoría física o una imagen del mundo es un modelo (generalmente de naturaleza matemática) y un conjunto de reglas que relacionan los elementos del modelo con las observaciones”.

La ciencia clásica descansa bajo el supuesto de que existe un mundo real más allá de nuestras mentes (o sea, una hipótesis filosófica), cuyas propiedades son definidas e independientes del observador que las percibe. En esta visión en la que los objetos tienen propiedades físicas, las teorías científicas son intentos de describir dichos objetos y sus propiedades, y las medidas y percepciones deben corresponderse con ellos.

Tanto el observador como el observado son partes de un mundo que tiene una existencia objetiva, y cualquier distinción entre ambos no tiene importancia significativa. Sin embargo, aunque aceptar una postura realista es tentador, no se debe caer en ingenuidades. El realismo dependiente del modelo zanja las polémicas clásicas entre realismos ingenuos y antirrealismos. Para el realismo dependiente del modelo, carece de sentido preguntarse si un modelo teórico es real o no; sólo tiene sentido preguntar si dicho modelo concuerda o no con las observaciones. Si hay dos modelos que concuerdan con las observaciones (como nuestra percepción), no se puede decir que uno sea más real que el otro. Podemos usar el modelo que nos resulte más conveniente en la situación que estamos considerando.

Otra implicación importante es el estar conscientes de que no solo se hacen modelos en ciencia, sino también en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. De este modo, el realismo dependiente del modelo no solo se aplica a las teorías científicas, sino también a los modelos mentales conscientes o subconscientes que todos creamos para interpretar y comprender el mundo.

Un modelo teórico será satisfactorio si a) es elegante, b) contiene pocos elementos arbitrarios o ajustables, c) concuerda con las observaciones existentes y proporciona una explicación de ellas, y d) realiza predicciones detalladas sobre observaciones futuras que permitirán refutar o falsar el modelo si no son confirmadas.

Otro problema que el realismo dependiente del modelo resuelve, o mejor dicho, evita, es el debate sobre qué significa la existencia. Por ejemplo ¿cómo estar seguros que una mesa no deja de existir luego que dejamos de percibirla? Ante esto, podemos responder simplemente que el modelo en que la mesa sigue existiendo da una explicación mucho más simple y concuerda con la observación. Es todo lo que se pide para el realismo dependiente del modelo.

Sería interesante poder realizar análisis lógico de la argumentación de Hawking sobre el realismo dependiente del modelo (por ejemplo, contrastando sus tesis con las de la filosofía exacta). Pero profundizar sobre estos temas es hacer filosofía, no ciencia (aunque sí podríamos afirmar que se trata de una filosofía científica, por mucho más enriquecedora que la de muchos supuestos defensores de la filosofía).

Lo que Hawking, Weinberg, y los demás físicos hacen a la hora de preguntarse sobre los principios de la ciencia, se le llama filosofía, y no porque tenga que ver con especulaciones inútiles, carentes de sentido o que frenan el progreso científico, sino porque se trata de planteamientos generales que tienen como objeto la disciplina científica y no el objeto de estudio en el que se enfoca ésta última. 

En resumen, aunque el ensayo de Weinberg es una joya de la crítica a la mala filosofía, se equivoca al pensar que la filosofía no afecta su quehacer científico. Sin filosofía, o mejor dicho, sin fundamentos e hipótesis filosóficas, no podría hacer ciencia para empezar, algo que autores antifilosofía como Hawking son buenos para demostrar.

*El complejo antifilosofía es una parodia de hipótesis inventada por el biólogo y filósofo de la ciencia Massimo Pigliucci. Ya que físicos como Lawrence Krauss son tan buenos creando hipótesis de psicología popular fantasiosas sobre la filosofía (como en la que afirma que siempre que los científicos "invaden" algún campo que los celosos filósofos han secuestrado para sí mismos, siempre los primeros obtienen resentimiento de parte de los segundos), Pigliucci decidió entrar al juego e inventarse una hipótesis de psicología popular que "explica"  por qué algunos científicos desprecian la filosofía: el complejo antifilosofía, una forma del freudiano complejo de Edipo. Después de todo, la filosofía es la madre de la ciencia así que no será difícil elaborar una especulación sobre las represiones sexuales que ocurren ahí para que algunos como Krauss terminen hablando tonterías sobre la filosofía.

lunes, 25 de agosto de 2014

Evolución vs filosofía*


*El siguiente es un fragmento (corregido y aumentado) de un top que escribí hace tiempo en El escéptico de Jalisco, y al que titulé "Mis tonterías favoritas de las humanidades."

Una de las mayores figuras de la filosofía de la ciencia moderna es sin duda alguna Karl Popper, filósofo y lógico de origen austriaco, a quien se le debe la propuesta del racionalismo crítico como propuesta epistemológica que explica la naturaleza de la investigación y el conocimiento científico. Popper fue reconocido por sus argumentos en defensa de la ciencia y la denuncia de pseudociencias, tales como el historicismo, el psicoanálisis y el socialismo [pseudo]científico.

Popper aseguraba que la característica principal de toda teoría científica es que ésta resulta ser falsable. Es decir, toda teoría científica, para considerarse como tal, debe poder ser refutada por medio de contra-ejemplos o contra-argumentos y de este modo ser corregida, aumentada o reemplazada por una mejor teoría igualmente falsable.

Todo enunciado que se haga pasar por científico que no sea falsable, de acuerdo a esta corriente, no es científico, sino pseudocientífico. Esto es en parte, y de forma ridículamente resumida, la tesis principal del racionalismo crítico. La Lógica de la Investigación Científica (1934), el primer libro publicado de Popper donde expuso su propuesta, casi de inmediato comenzó a ganar adeptos entre los académicos (tanto filósofos como científicos), siendo el racionalismo crítico una alternativa que prometía mucho mas que el positivismo lógico, que ya en esas épocas estaba agonizando. Para finales de los años 40 y principios de los 50 del siglo pasado, el racionalismo crítico ya era el paradigma principal de la filosofía de la ciencia anglosajona.

Popper buscó analizar mediante su propuesta todo enunciado científico, tratando esclarecer y demostrando cuáles eran auténticos enunciados científicos y cuales solo eran o metafísica o pseudociencia. Así, en uno de sus análisis, Popper habla sobre la síntesis neodarwiniana (usualmente refiriéndose a ésta simplemente como teoría de la selección natural). Popper, además de ser hombre de filosofía era un hombre de ciencia, y por lo tanto uno esperaría argumentos en pro de la evolución como teoría científica teniendo sus encontronazos con los antidarwinistas de su época. En vez de eso, Popper afirma lo siguiente:

"No parece haber mucha diferencia -si es que la hay- entre decir 'los que sobreviven son los más aptos' y la tautología 'los que sobreviven son los que sobreviven'. Esto es así porque me temo que no hay más criterio de aptitud que la supervivencia efectiva, de manera que del hecho de que haya sobrevivido un organismo concluimos que era el más apto o el más adaptado a las condiciones vitales."

O sea, que la teoría de la evolución expuesta en la síntesis neodarwiniana no vendría a ser otra cosa más que metafísica y no una auténtica teoría científica. Eso sí, es metafísica muy útil pues ayuda a mantener el interés en los fenómenos de variación y adaptación, según Popper. Tan increíble como puede parecer, según Popper la teoría de la evolución, al ser una tautología, resulta ser infalsable y por tanto concluye, no es una teoría científica. Este punto de vista fue expuesto en su libro Conocimiento objetivo: un enfoque evolucionista (1972) y probablemente se trate de la mayor metida de pata por parte de este filósofo. Sobra decir que los creacionistas se aprovecharon de estas afirmaciones utilizándolas como argumentos en contra de la enseñanza de la evolución en las clases de ciencias. Después de todo, la evolución, de estar Popper en lo correcto, no sería ciencia. También sobra decir que no falta el creacionista del diseño inteligente que en tiempos actuales utiliza estas afirmaciones (junto a otras como la de los fósiles de transición, la complejidad irreductible y la supuesta imposibilidad evolutiva a causa de la segunda ley de la termodinámica) como puntos fuertes para sostener que el planteamiento de la biología evolutiva está tan justificado como la del creacionismo.

Algo que los creacionistas suelen ignorar (ya sea por ser auténticos ignorantes o por conveniencia) es que en 1977 en una conferencia pronunciada en el Darwin College de Cambridge, titulada "Natural Selection and the Emergence of Mind", Popper corrigió su opinión, pidiendo lo que se podría considerar una disculpa pública por su metida de pata.

La teoría de la evolución solo puede mirarse como tautológica si y solo si se le reduce a un solo enunciado tan simplista en el que pierde todo sentido: "los más aptos son aquellos que sobreviven." La tautología es evidente: "los que sobreviven son los más aptos y los más aptos son los que sobreviven." Si esto fuera lo que ocurre con la teoría de la evolución sin duda alguna tendríamos que admitir que ésta no es una teoría científica. Sin embargo, este no es el caso en el mundo real.

En primer lugar, hay que notar que Popper busca referirse únicamente a la teoría de la selección natural, la cual no es la única teoría evolucionista presente en la biología evolutiva (si bien, es cierto que se trata de la teoría paradigmática por excelencia), por lo que acusar de metafísica a la evolución solo por decir que la selección natural es metafísica no tendría sentido. El segundo punto es que la selección natural no es metafísica, es un mecanismo corroborado por la evidencia, y que, por cierto, es una teoría falsable. Bastaría con encontrar algún organismo u órgano el cuál fuera imposible de evolucionar; es decir, encontrar un caso válido de complejidad irreductible tiraría abajo la teoría de la evolución, tal como ya lo afirmaba el propio Darwin. Es eso o podríamos encontrar el fósil de un burro en el período Cámbrico, lo que ocurra primero.

Popper fue acertado un punto respecto a la selección natural: ésta no puede explicar todos los fenómenos evolutivos conocidos. De hecho es algo que los biólogos reconocen. Frente a esto, se han postulado otras teorías que no contradicen en sí a la selección natural, que van desde la teoría de simbiogénesis hasta el equilibrio puntuado.

Por último, el enunciado que usó Popper para resumir la teoría de la evolución no se adecua a las teorías darwinianas. El enunciado que diría así: "Los organismos mejor dotados se reproducen más que los peor dotados, sustituyéndolos en la población", sería sin duda una tautología imposible de negar. Pero este enunciado no es el más adecuado para sintetizar la síntesis moderna (vaya juego de palabras, ¿verdad?). Un enunciado correcto sería: "En una población surgen al azar características hereditarias que pueden hacer que los organismos que las posean presenten una mayor probabilidad de reproducirse y transmitirlas a la siguiente generación, por lo que estas características acabarán por extenderse en la población". A diferencia del ejemplo tautológico de Popper, este enunciado presenta tres hipótesis contrastables como premisas, tal como explica el biólogo JM Hernández en  La Ciencia y sus Demonios:
  1. En una población aparecen caracteres de novo al azar.
  2. Algunos de estos caracteres son heredados por la descendencia de forma no diluida.
  3. Al menos algunas de estas características hereditarias producen una mayor ventaja reproductiva.                                                                                                               
  • Tautología: Los portadores de estas características se reproducen más que los que no las poseen.
  • Consecuencia: Estas características acaban por extenderse al conjunto de la población.

La biología evolutiva además nos dice que la selección natural puede hacer diverger tanto dos poblaciones separadas que llegan a convertirse en dos especies diferentes. Con esto dicho, JM nos explica que podríamos agregar una cuarta hipótesis:      
                                                                           
     4. La acumulación de características nuevas fijadas en la población lleva con el tiempo a una      divergencia tal que se produce una especiación.

Las premisas son contrastables, y de hecho están actualmente comprobadas, por lo que aquí, hasta el popperiano más conservador tendría que admitir se está analizando claramente un enunciado científico, no metafísico. Un punto importante a destacar es que los enunciados de las teorías evolutivas no concluyen aquí para ser entendidas, pero me detendré con este tema, ya que, considero, queda claro que afirmar desde una perspectiva epostemológica que la teoría de la evolución es una idea metafísica, queda expuesta solo como una metida de pata algo vergonzosa en el mejor de los casos. Aun cuando la selección natural se demostrase como una teoría falsa (en algún universo paralelo), no podría asegurarse que ésta no fuese una teoría científica.

Véase más: "La selección natural en Popper y Peirce", ensayo de Josep Corcó; "Redibujando a Darwin II: ¿la selección natural es una tautología?", artículo de J. M. Hernández en La Ciencia y sus Demonios; "Natural Selection and the Emergence of Mind" conferencia de Karl Popper en 1977.

jueves, 14 de agosto de 2014

¿Por qué la antropología filosófica está lista para su jubilación?

Tratando de hacer un humilde ejercicio de curiosidad, imitando el estilo de la Edge Foundation, decidí preguntar a un montón de amigos, compañeros, maestros y autores de las humanidades sobre cuál idea filosófica piensan que está lista para la jubilación. Pero para mi mala suerte, no todos contestaron y de los pocos que contestaron, sus respuestas resultaron demasiado breves como para hacer un artículo. Mi intento por hacer una pregunta Edge de filosofía fracasó. Agradezco a los que dedicaron parte de su tiempo a responderme, la verdad me dieron varios puntos para pensar y, después, profundizar. Usted puede responder a la pregunta en los comentarios: ¿Qué idea filosófica está lista para su jubilación?

Por el momento les dejo mi respuesta ante la pregunta. Yo respondo que la antropología filosófica:

La filosofía ha sido revitalizada en las últimas décadas a raíz del avance de la ciencia y los problemas filosóficos que trajo consigo. Hoy en día se da respuesta a viejas cuestiones gracias a la luz de la ciencia y el pensamiento crítico, así como se plantean nuevas interrogantes derivadas de la investigación científica y su influencia en la sociedad. El análisis lógico de los conceptos y problemas de fondo de las actividades humanas ha hecho que la filosofía esté más viva que nunca (contrario a la opinión de algunos que la quisieran ver ya jubilada).

A pesar de todo esto, aun prevalece la alquimia epistémica y el charlatanismo en la academia. Es decir, los esfuerzos por hacer ver la especulación vacía y las reflexiones que parecen profundas pero que solo hacen gala de habilidades retóricas e ignorancia científica. Del mismo modo encontramos edificios enteros de la filosofía que tienen décadas (si no es que siglos) de no presentar nada relevante al debate de las ideas. La antropología filosófica es un ejemplo de este tipo de disciplinas, lo que hace evidente que ésta rama de la ontología esté lista para su jubilación.

Luego del nacimiento de la antropología científica (antropología física y antropología biológica) y que ésta comenzara a responder a las preguntas eternas hechas por los filósofos desde tiempos de Sócrates ya con un sustento en la evidencia y el conocimiento científico, la antropología filosófica se fue debilitando igual que el dios personal que solo ocupaba los huecos de la ignorancia que la ciencia aun no podía resolver. Hoy en día, el dios de los huecos se refugia en la ignorancia igual que la antropología filosófica, cuyas preguntas que alguna vez fascinaron a los humanistas, ahora solo se ven como curiosidades de la cultura general; forman parte de ese panteón gigante llamado historia de las ideas. Las preguntas y respuestas que los antropólogos filosóficos hacen en el mundo moderno (de Cassirer a Sloterdijk) parecen más un intento esotérico de escuelas o doctrinas que solo sus seguidores entienden, que auténticas reflexiones relevantes para entender la pregunta esencial: ¿qué es el hombre?

No nos engañemos más con debates estériles, a la antropología filosófica "le llegó la hora."

sábado, 26 de julio de 2014

¿Debería desaparecer la filosofía de las religiones?

Se ha desatado una nueva polémica originada en un sitio dedicado a denunciar las tonterías del cristianismo: Debunking Christianity, del filósofo y ex-evangélico John W. Loftus. El que también es autor de libros best seller del ateísmo militante (comparables con los éxitos de otros autores como Dawkins, Harris, Hitchens y Stenger) como The Christian Delusion, The End of Christianity y Why I Became an Atheist, posee títulos en filosofía de la religión y teología, además de tener en su pasado décadas de apología cristiana. Pues bien, Loftus ahora hace un llamado para poner fin a la filosofía de las religiones como disciplina universitaria secular.

¿Estamos hablando de un caso de "fuego amigo"? ¿Un filósofo de la religión que ha dedicado su vida a hacer, precisamente, filosofía de la religión (de calidad indiscutible, por cierto) que decide "apostatar" de su profesión? No tanto así, aunque parece dar esa impresión a primera vista. Loftus escribe sobre ponerle fin a la filosofía de la religión como una reflexión que se deriva de la publicación del libro Reiventing Philosophy of Religion, de Graham Oppy, siguiendo más o menos las mismas premisas que el historiador Héctor Avalos utilizar para pedir el final de los estudios bíblicos. Mientras Oppy narra sobre re-evaluar y revitalizar la disciplina de forma crítica y secular, Loftus nos dice que la filosofía de la religión debería dejar de enseñarse en universidades seculares ya que se ha vuelto una disciplina que de secular tiene poco.

Los filósofos discuten problemas antes de que existan evidencias (nos explica Loftus), pero una vez que se encuentran evidencias nace una nueva disciplina, una ciencia. Ejemplo de este proceso, según Loftus, son la física, la cosmología y la psicología. De modo que, para Loftus, una forma de progreso en filosofía es la especialización en un área de estudio hasta que ésta logra su autonomía volviéndose una ciencia. (Cabe aclarar que, contrario a lo que parece dar a entender Loftus, este no es el único camino de progreso en filosofía. Existe progreso en áreas filosóficas como la ética, la gnoseología, la estética, la epistemología... e incluso podríamos hablar de algunos avances en la misma filosofía de la religión).

Pero ¿qué pasaría si se diera el caso que la filosofía, en vez de producir avances dentro de un área, retrocediera a dogmatismo e irracionalidad? Para Loftus, ese caso es el de la filosofía de la religión, dominada principalmente por apologistas que la usan como su nido intelectual para tener cabida en las universidades y hacerse ver como intelectuales respetables. Hacen que la filosofía de la religión sea un sinónimo de teología, algo que en verdad es un escenario tristemente retrógrado. Si la ciencia, y gran parte de la filosofía, nos demuestran que un área así no merece ser una disciplina respetada, ¿por qué entonces debería de existir en las casas del conocimiento? Loftus concluye que una disciplina como la que actualmente es la filosofía de la religión no tiene razón de ser.

Básicamente, Loftus nos dice que la filosofía de la religión es un nido de ratas cristianas que la utilizan para dar seriedad intelectual a tonterías anti-intelectuales. Aunque el ateísmo es la postura dominante entre la comunidad filosófica en general, tal como lo demuestra esta encuesta, algunos (apologistas) apuntan que el 72% de los que se han dedicado a la filosofía de la religión son teístas. Si este es el caso, Loftus tiene razón en su apreciación de esta disciplina. Entonces, ¿declaramos el final de la filosofía de la religión como disciplina académica? No tan rápido.

Aunque así lo afirma Loftus, lo cierto es que podríamos ver esta polémica como un llamado de atención a los departamentos de filosofía que permiten que en sus aulas se haga apología y teología, en vez de filosofía propiamente dicho. Y eso parece ser lo que Loftus buscaba dar a entender, dada su respuesta a la réplica que el Dr. Jaco Gericke presentó ante su escrito:

Tenga en cuenta que no estoy pidiendo el fin de la filosofía de la religión misma. Todo el que piensa en la religión está haciendo filosofía de la religión en algún sentido.
[...]
 Los filósofos cristianos toman su parroquial concepto de Dios por sentado, desarrollado especialmente por Anselmo en el mundo occidental, y luego, con nada más que una defensa especial y un juego de manos, tratan de armonizar este parroquial concepto de Dios con la enorme cantidad de ubicuo sufrimiento en el mundo. "Espera un momento", dirá un niño, recordando al niño del cuento de Hans Christian Andersen, El Traje Nuevo del Emperador: "¡Pero si no lleva nada puesto en absoluto!" No habrá ningún punto de discusión de la belleza de los trajes del emperador si no lleva ningún traje. Del mismo modo no habrá razones para tratar con confusiones cristianas y súplicas especiales cuando no han podido mostrar evidencias de que tal Dios existe, en primer lugar. Así termina la filosofía de la religión como disciplina. Ya ha comenzado.
Como disciplina indispensable para comprender esa manifestación humana llamada religión, la filosofía de las religiones seguirá existiendo por bastante tiempo; pero la supervivencia de ésta como materia o como carrera universitaria podría pender de un hilo al encontrarse infectada con tonterías de la teología. Es preocupante el ver cómo nombres como William Lane Craig o Alvin Plantinga llegan a mostrar prestigio solo porque se muestran como filósofos de la religión. Las tonterías que exponen, teniendo aún doctorados y un curricular de 100 hojas, seguirán siendo tonterías que no merecen respeto ni espacio universitario.



viernes, 20 de junio de 2014

Epistemología: filosofía de/en/desde/con/para la ciencia

"Algunos filósofos carentes de formación científica son culpables de las filosofías de la ciencia que son anticientíficas o por lo menos acientíficas, del mismo modo que los científicos sin formación filosófica suelen ser los creyentes más fervorosos en la existencia de "la" filosofía de la ciencia, que a menudo es aquella que han aprendido en el libro de epistemología con que se han cruzado. No existe "la" filosofía de la ciencia en cuanto teoría única: apenas hay intentos, si bien cada vez más serios, por 'cientifizar' la epistemología y, en general, la filosofía." Mario Bunge.


En su célebre conferencia de 1957 (convertida después en el último capítulo del libro La ciencia, su método y su filosofía) titulada "Filosofar científicamente y encarar la ciencia filosóficamente", el epistemólogo Mario Bunge les cuenta a sus alumnos (tanto de aquel tiempo como los que ahora lo leemos) la necesidad urgente de generar epistemólogos de primer nivel en Latinoamérica, con el fin de incrementar la difusión y el estudio de los fundamentos de la ciencia, ofreciendo a la sociedad una serie de expertos que estén capacitados para analizar, debatir y proponer soluciones a los problemas filosóficos que se derivan de la actividad científica.

Bunge nos habla de revitalizar la carrera de filosofía, la cual parece que prepara más especialistas en filosofía antigua y medieval, que filósofos propiamente dicho. También se denuncia la falta de cultura científica de los especialistas en filosofía y la ignorancia filosófica de los científicos profesionales. Si esta situación sigue así (recuérdese que Bunge hablaba en el 57, pero el problema aún continúa hasta la actualidad), estamos condenados a seguir viendo esa separación abismal entre ciencia y filosofía, con especialistas de ambas áreas despreciándose unos a otros.

Una de las áreas que une la rigurosidad y el respeto por los hechos que muestra toda ciencia, y el análisis lógico de conceptos y la formalización de la filosofía exacta, es la epistemología. Pero, ¿qué es la epistemología? El concepto puede causar cierta confusión ya que más de un libro lo utiliza como sinónimo de gnoseología o teoría del conocimiento. Pero esta confusión es innecesaria y puede evitarse si se define de forma clara el área de la epistemología.

Así, es posible decir que la gnoseología es la rama de la filosofía que se ocupa del estudio de los principios del conocimiento. El conjunto de cuestiones, debates y respuestas sobre ¿qué es el conocimiento?, ¿qué podemos llegar a conocer?, ¿cómo conocemos?, ¿existen salidas para dilemas racionalismo-empirismo e individualismo-colectivismo?, etc., forman parte de la gnoseología. Esta área se ha visto enriquecida sobre todo gracias a las ciencias cognitivas, las cuales nos ofrecen respuestas a muchas de estas preguntas, generando nuevas cuestiones. Desde luego, el que la ciencia cognitiva nos ayude a resolver problemas gnoseológicos no significa que la gnoseología se quede sin campo de estudio; las ciencias cognitivas también presentan un fondo gnoseológico en el cual apoyan sus nuevas hipótesis. No podemos saber si algún día la gnoseología acabará siendo una ciencia cognitiva más, adquiriendo independencia de la filosofía; lo que sí sabemos, es que la gnoseología representa la cuna de una serie de problemas fascinantes sobre nuestra relación (como sujetos) con el universo (como objeto de estudio).

Pero la epistemología no se ocupa de problematizar sobre los problemas del conocimiento, así, de forma general. Tal vez podríamos ver a la epistemología como "gnoseología especializada", pues se enfoca en problematizar sobre un tipo de conocimiento muy especial: el conocimiento científico. La epistemología es el mejor ejemplo de un enlace de filosofía y ciencia.

La epistemología busca debatir y proponer respuestas a preguntas como ¿qué es el conocimiento científico?, ¿cuáles son los principios filosóficos presupuestos en la investigación científica?, ¿qué es el método científico?, ¿existe "el" método científico como un proceso lineal e inmutable?, ¿cuáles son las diferencias entre ciencia, semiciencia, protociencia y pseudociencia?, ¿son lo mismo ciencia y tecnología?, ¿la ciencia presupone la realidad autónoma y la legalidad del mundo?, ¿cómo se relacionan las teorías científicas con la realidad y la experiencia?, ¿la ciencia puede ir más allá de los fenómenos y la relación entre éstos?, ¿es posible describir las cosas reales con minuciosidad y una precisión perfecta?, ¿qué son las leyes y las explicaciones científicas?, ¿qué función desempeñan las matemáticas en las ciencias factuales?, ¿la filosofía puede desempeñar una función constructiva en la investigación científica?, ¿la ciencia está moralmente comprometida?, ¿existen límites al avance de la ciencia? Cuestionarse sobre los principios, fines y la naturaleza de la ciencia es el primer paso para hacer epistemología.

Mario Bunge enfatiza en esto al decirnos que la epistemología es pues, la filosofía de, en, desde, con y para la ciencia. Filosofía de la ciencia hace referencia al examen filosófico de la ciencia (sus problemas, sus métodos, su estructura, etc.). Filosofía en la ciencia (o más exactamente filosofía de la ciencia en la ciencia) comprende el estudio de las implicaciones filosóficas de la ciencia, el examen de las categorías e hipótesis que intervienen en la investigación científica, o que emergen en la síntesis de sus resultados. Es pues, el estudio de las hipótesis filosóficas que en ciencia se presuponen y se utilizan como punto de partida. La filosofía desde la ciencia sugiere que se trata de una filosofía que hace hincapié en la ciencia, que ha sustituido la especulación sin freno por la investigación guiada en el método científico, teniendo un respeto profundo por los hechos empíricos y por la consistencia lógica. Filosofía con la ciencia trata de una filosofía que acompaña a la ciencia, es decir, una filosofía que está al margen de los logros de la ciencia, que no se pone a especular sinsentidos sobre el ser y el tiempo. Por último, la filosofía para la ciencia sugiere una filosofía que no solo se nutre de la ciencia, sino que aspira a serle útil, que busca servir para establecer, por ejemplo, las diferencias que existen entre la definición y el dato, o entre la verdad factual y la proposición que es verdadera o falsa independientemente de los hechos. Esta es una filosofía que no solo escarba en los fundamentos filosóficos que las ciencias admiten, sino que además busca aclarar la estructura y función de los sistemas científicos, señalando relaciones y posibilidades inexploradas.

Pero hablar de filosofía de, en desde, con y para la ciencia tal vez sea demasiado largo y poco estético. ¿Por qué no mejor utilizar un solo concepto: epistemología?, o ¿por qué no llamarlo solo filosofía de la ciencia, una disciplina que resulta ser, por su objeto de estudio, una metaciencia? Pues bien, un epistemólogo como tal, no puede ser un filósofo que pregona una filosofía contra, sobre y/o bajo la ciencia. Una filosofía contra la ciencia (tal como han existido y siguen existiendo) resultará ser una filosofía irracionalista, que desprecia el respeto por los hechos y la consistencia. Una filosofía contra la ciencia resulta ser anticientífica. Este tipo de posturas son las que alimentan doctrinas como las del fundamentalismo religioso, la tecnofobia y el activismo contra la investigación y aplicación científica. Quien filosofa contra la ciencia o aun al margen de ella, ignorándola por completo, (tal como nos dice Bunge),  imita a los escolásticos que rehusaban mirar por el anteojo astronómico de Galileo.

Si hablamos de una filosofía sobre la ciencia estamos haciendo referencia a una disciplina superior rectora de las disciplinas científicas. Aunque este ha sido el anhelo de muchos que en el pasado se han llamado a sí mismos "epistemólogos", lo cierto es que estos intentos no han sido otra cosa más que la burla de los científicos, pues siempre han mostrado grados intolerables de arrogancia combinados con ignorancia científica. Si quieres hacer que la comunidad científica se burle de la filosofía y la desprecie, tan solo di que la filosofía es superior a la ciencia y que la primera le dice cómo actuar a la segunda.

Por otro lado, la expresión filosofía bajo la ciencia sugiera una posición inversa, como si la filosofía dependiera de forma absoluta de la ciencia. Este error, aunque poco común entre los filósofos que miran sus propuestas casi siempre como superiores a los anteriores, suele ser expresado como una virtud epistemológica. Sin embargo, la filosofía de la ciencia no solo comporta el examen de los supuestos filosóficos de la investigación científica, sino que tiene derecho a una elaboración creadora de un nivel diferente del científico aunque reposa sobre éste último: el nivel metacientífico.

La comprensión precisa de la epistemología como la principal disciplina filosófica que estando al margen de la ciencia, la cuestiona, la crítica y la analiza como la manifestación humana que es, probablemente sea el primer paso para comprender la relación tan estrecha entre filosofía y ciencia. Algo importante a comprender es que no todo el que tiene título en filosofía es un epistemólogo, del mismo modo que el no tener título en filosofía no significa que no sea (o no pueda ser) epistemólogo. Existen filósofos con perspectiva científica y científicos con inquietudes filosóficas que enriquecen por igual esta disciplina fascinante. Un segundo paso para este mismo propósito sería el hablar de los logros e importancia de la epistemología que tiene (o debería tener) para con la investigación, la aplicación y la divulgación de la ciencia, pero eso ya será tema para otra entrada.

En resumen:
La epistemología puede entenderse como la filosofía de, en, desde, con y para la ciencia. Una empresa de conocimiento que aún se encuentra en pañales en varias partes del mundo, pero que se hace necesaria para una comprensión completa de la actividad científica como actividad humana, y para una cultura científica que no solo se concentra en los logros de la ciencia, sino que también presta atención sobre los principios que sirvieron de base para las investigaciones que dieron como resultado dichos logros.

lunes, 9 de junio de 2014

El sueño de Kant*

"Si ahora nos preguntamos: ¿es que vivimos en una época ilustrada? La respuesta será: no, pero sí en una época de ilustración." Immanuel Kant.




Immanuel Kant puede considerárselo, con justas razones, como el último gran filósofo de la Ilustración y el primer gran filósofo científico, al tratar de comprender y desentrañar los fundamentos filosóficos de la ciencia de su época (con la mecánica newtoniana como el paradigma dominante). Kant admiraba los logros de Isaac Newton al sistematizar todo un modelo teórico que daba cuenta de un gran número de fenómenos naturales que, hasta antes de dicho logro, no podían entenderse de forma clara.

El punto principal de admiración de Kant a Newton, era cómo Newton había creado todo un modelo que era capaz de predecir con exactitud matemática los fenómenos de la naturaleza, tal y como se demostraría con el paso de los años. Kant buscaba hacer algo parecido, buscaba ser un nuevo Newton, pero no en la física, sino en la filosofía y la historia. Más de uno podría decir con buen sustento que logró realmente convertirse en un “Newton de la filosofía”, al crear un sistema filosófico cuya influencia es notable incluso en nuestra época. Gran cantidad de los avances en las controversias filosóficas, se lo debemos a los comentarios (tanto defendiendo como atacando) que se han hecho sobre la obra de Kant.

Pero Kant buscaba ser un “Newton” en el sentido de poder descubrir las generalidades, patrones o leyes naturales que rigen el devenir histórico de la humanidad. Newton buscaba, a partir del estudio de la historia, predecir los fenómenos sociales futuros. Según Kant, el futuro no puede ser otro sino el progreso hacia mejor de la civilización.

Este “Newton de la historia”, aunque como podemos notar en el mundo actual, erró en sus intentos de predicción ya que fue incapaz de encontrar un principio natural en el proceso histórico (intento que siguió siendo parte medular de las doctrinas de varios personajes importantes en la filosofía tradicional, tales como Hegel y Marx) podemos llamarlo como el padre de una disciplina filosófica que hoy en día es parte importante de los estudios epistemológicos: la filosofía de la historia.

Los estudios en ésta disciplina al principio, como en la obra de Kant, tenían un carácter especulativo, haciendo que la filosofía de la historia se viera como una rama de la metafísica (del mismo modo que iniciarían otras disciplinas como la filosofía de la mente y la psicología). En la actualidad, la filosofía de la historia tomó un camino distinto del de la especulación abierta, dirigiéndose a transformarse en una rama de la epistemología (o filosofía de la ciencia) adquiriendo un carácter crítico y buscando entender la metodología de la histórica como ciencia social, analizando sus respectivos fundamentos y problemas filosóficos.

Kant veía de forma inminente que el progreso humano era el destino mismo de la especie como sociedad. Así, Kant nos indica que la clave, o el motor, para una sociedad ilustrada es la libertad, o por lo menos eso es lo que parece plantear en su ensayo ¿Qué es la Ilustración? (1784), cuando nos dice lo siguiente:

“Para esta Ilustración no se requiere más que una cosa, libertad; y la más inocente entre todas las que llevan ese nombre, a saber: la libertad de hacer uso público de su razón íntegramente. 
[…] Pero, ¿qué limitación es obstáculo a la ilustración? ¿Y cuál, por el contrario, estímulo? Contesto: el uso público de la razón le debe estar permitido a todo el mundo, y esto es lo único que puede traer ilustración a los hombres.”

Kant enfatiza que la razón por la que no se ha dado la ilustración, no es tanto por falta de inteligencia o de razón misma, sino por falta de decisión, en la que hasta ahora, las personas preferían que el monarca o el sacerdote decidieran por él. Podemos notar aquí el análisis crítico a un problema que aún en nuestros días está presente.

La crítica a las instituciones y la libertad del ciudadano para llevar a cabo esta acción, son esenciales para una civilización ilustrada que busca seguir el camino del progreso. Así es como Kant también genera controversia al poner en tela de juicio la autoridad injustificada tanto de políticos, sacerdotes e incluso oficiales (policía o ejército).

A pesar de todo, señala Kant, su tiempo aún no es el de una civilización ilustrada:

“Si ahora nos preguntamos: ¿es que vivimos en una época ilustrada? La respuesta será: no, pero sí en una época de ilustración. Falta todavía mucho para que, tal como están las cosas y considerados los hombres en conjunto, se hallen en situación, ni tan siquiera en disposición de servirse con seguridad y provecho de su propia razón en materia de religión. Pero ahora es cuando se les ha abierto el campo para trabajar libremente en este empeño, y percibimos inequívocas señales de que van disminuyendo poco a poco los obstáculos a la ilustración general o superación, por los hombres, de su merecida tutela. En este aspecto, nuestra época es la época de la Ilustración o la época de Federico.”
Como podemos notar, aunque Kant admite que aún no es posible hablar de una civilización ilustrada, sí lo es por otra parte, hablar de una civilización en camino hacia la ilustración o una época de la Ilustración. Kant señalará a lo largo de sus ensayos referentes sobre la especulación de la historia que este camino es el camino inevitable de la civilización humana.

Tal vez si Kant hubiera vivido lo suficiente como para conocer la influencia de obras contrailustradas y por demás oscurantistas, como las de Hegel, Fichte y Nietzsche, o como las de los posmodernos como Feyerabend, Foucault, Lacan, etc, podría darse cuenta que en realidad las conjeturas que daba no eran más que sus anhelos sobre el ser humano y no los planes de la naturaleza para la humanidad. Anhelos que en muchas veces se han visto opacados desde distintos frentes (intelectual, político, económico, social, moral y jurídico).

Kant también nos habla sobre las leyes o “principios” naturales que regirán el progreso hacia la civilización cosmopolita, haciendo alusión a que estos principios deben ser juzgados del mismo modo en que son juzgadas las leyes físicas de Kepler y Newton. En Idea de una Historia Universal en sentido Cosmopolita (1784), Kant enumera dichos principios:

1. Todas las disposiciones generales de una criatura están destinadas a desarrollarse alguna vez de una manera completa y adecuada.

2. En los hombres aquellas disposiciones naturales que apuntan al uso de su razón, se deben desarrollar completamente en la especie y no en los individuos.

3. La Naturaleza ha querido que el hombre logre completamente de sí mismo todo aquello que sobrepasa el ordenamiento mecánico de su existencia animal, y que no participe de ninguna otra felicidad o perfección que la que él mismo, libre del instinto, se procure por la propia razón.

4. El medio del que sirve la Naturaleza para lograr el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas en la sociedad, en la medida que ese antagonismo se convierte a la postre en la causa de un orden legal de aquellas.

5. El problema mayor del género humano, a cuya solución le constriñe la Naturaleza, consiste en llegar a una sociedad civil que administre el derecho en general.

6. El problema 5 es el más difícil y el que más tardíamente resolverá la especie humana.

7. El problema de la institución de una constitución civil perfecta, depende, a su vez, del problema de una legal relación exterior entre los estados, y no puede ser resuelto sin este último.

8. Se puede considerar la historia de la especie humana en su conjunto, como la ejecución de un secreto plan de la Naturaleza, para la realización de una constitución estatal interiormente perfecta, y con este fin, también exteriormente, como el único estando en que aquella puede desenvolver plenamente todas las disposiciones de la humanidad.

9. Un ensayo filosófico que trate de construir la historia universal con arreglo a un plan de la Naturaleza que tiene hacia la asociación ciudadana completa de la especie humana, no solo debemos considerarla como posible, sino que es menester también que lo pensemos en su efecto propulsor.

He aquí el intento de Kant por establecer las leyes naturales de la historia, marcando así el estudio de una disciplina indispensable, en un primer momento, en la corriente del idealismo alemán y después en las concepciones materialistas y realistas como las del marxismo y sus derivadas, así llegando al final a ser parte de la epistemología que, más que especular sobre el devenir de la humanidad, se concentra en la gnoseología, la metodología, la semántica, la lógica, la ontología y la ética de la disciplina histórica.

Es importante resaltar el cómo es que en la mente de Kant, una mente que pocos dudarían que sea propia de la era de la Ilustración, mantiene vivos como fundamento la vieja teleología aristotélica defendida por la escolástica medieval. La idea de una causa final de la existencia de la civilización siguió siendo parte de doctrinas que se dijeron puramente materialista, como las del marxismo. Pero sigamos con Kant.

Kant seguiría generando obras dignas de mención, como su ensayo especulativo sobre el origen del hombre, en el que trata de entender de forma secular el mito bíblico del Génesis, o las especulaciones sobre el día del juicio final y cómo lo que se menciona después de este sería lo que Kant señala como el inevitable devenir del progreso humano, descrito por las “leyes” ya numeradas.

Kant es un autor fascinante que, a diferencia de otros que se dedicaron a la especulación, resulta ser claro y preciso, mostrando un profundo conocimiento en naturalismo, historia, filosofía, política e incluso religión; a la vez que muestra sus anhelos y prejuicios heredados de una tradición de más de un milenio. Con todo, además de deberle en gran medida el curso que seguirían disciplinas como la gnoseología, la metafísica, la estética, la ética y la epistemología, también estamos en deuda por la creación de una disciplina por demás fascinante: la filosofía de la historia.

Hoy en día, hablar de filosofía especulativa de la historia (como las de Kant, Fichte, Hegel, Marx, Collingwood, etc.) es hacer sencillamente mala filosofía. Si bien, el tratar de comprender el cómo no es posible hablar de "leyes de la historia" que nos ayuden a descifrar el devenir humano (idea que también ha inspirado pseudociencias como la futurología) representa un área de estudio interesante, el buscar hacer un sistema de normas teleológicas como las de Kant es separarse por completo de la realidad.

En resumen:
Immanuel Kant, el último grande la Ilustración, inspirado en los logros de la física de su tiempo, buscaría crear un sistema que pudiera descubrir las leyes de la historia y de este modo, predecir el devenir humano. Aunque como podemos notar, varios siglos después de las obras especulativas de Kant, que fracasó en su intento, lo cierto es que su línea de investigación especulativa sería la cuna de una disciplina de vital importancia en la actualidad: la filosofía de la historia.

*El presente escrito es una reseña (corregida y aumentada) de la antología de Immanuel Kant Filosofía de la Historia, que presenté en el Seminario sobre Kant en el ciclo 2014 A en la carrera de Filosofía, CUCSH, U de G.

martes, 15 de abril de 2014

Hipótesis filosóficas en la ciencia III: Leyes, no magia

Continuando con la explicación que Mario Bunge ofrece sobre los supuestos filosóficos contenidos en la ciencia, según los muestra en su obra La Investigación Científica, ahora, nos metemos con el segundo principio ontológico de la ciencia: el determinismo ontológico, o la idea de que nada ocurre "porque sí" en la naturaleza, sino que todo fenómeno tiene una causa y la cual se encuentra determinada por patrones o leyes naturales.

En este punto, Bunge nos dice que el determinismo ontológico de la ciencia nos impide pensar en fenómenos que surjan de la nada, o mejor dicho, que la nada no produce nada. Bunge también hace un breve paréntesis en el tema para hacer un interesante ejercicio de reflexión sobre filosofía de la física cuántica. Ahora, pues, veamos de qué trata el determinismo ontológico:

La doctrina filosófica del determinismo tiene dos aspectos, uno ontológico y otro epistemológico, que se confunden frecuentemente. El determinismo ontológico sostiene la determinación de las cosas y de los acontecimientos; el determinismo epistemológico afirma la posibilidad de determinar conceptualmente (conocer) los hechos y sus esquemas enteramente. En sentido estrecho, el determinismo ontológico equivale al determinismo mecanicista o laplaceano, como componente de la visión newtoniana del mundo y según el cual el cosmos es un conjunto de partículas en interacción que se mueven de acuerdo con un puñado de leyes mecánicas. La versión amplia del determinismo supone sólo (i) la hipótesis de que todos los acontecimientos son según leyes (principio de legalidad) y (ii) la hipótesis de que nada nace de la nada ni se sume en ella (principio de negación de la magia). Este determinismo laxo no restringe los tipos de leyes admisibles: admite leyes estocásticas y reconoce la objetividad del azar. Lo único que niega es la existencia de acontecimientos que carezcan de ley o no sean producidos por otros acontecimientos anteriores.
Hasta la tercera década de nuestro siglo persistieron varios matices de determinismo estrecho, ninguno de los cuales reconocía la objetividad del azar. Sus sostenedores no se daban cuenta de que incluso admitiendo que cada una de las entidades de un conjunto se comporte de un modo perfectamente determinado (no casual), resultará alguna cantidad de juego o azar por la relativa independencia mutua de esas entidades (pues no existe la rigidez completa). Finalmente, el determinismo ontológico estrecho quedó derrotado por la teoría de los quanta, la cual reconoce la objetividad del azar no sólo como rasgo de sistemas complejos, sino incluso al nivel de las partículas "elementales", las cuales obedecen a leyes estocásticas. El que esa casualidad sea un conocimiento definitivo o pueda ser algún día analizada como resultado de complejos procesos internos o interacciones con campos de niveles inferiores es cosa que aún no puede decidirse. Es, además, importante darse cuenta de que tanto la teoría de los quanta como su filosofía están aún en gestación, por lo que no deben inferir de ellas consecuencias detalladas presentámdolas como si fueran conocimientos definitivos acerca del comportamiento de los microsistemas. Pero el tipo de azar y los niveles exactos en los cuales se presenta es de importancia secundaria si se compara con el reconocimiento de que el azar es un modo de devenir y precisamente un modo que obedece a leyes. También es importante para nosotros en este momento darnos cuenta de que la teoría de los quanta se acoge a los principios de legalidad y recusación de la magia: esa teoría formula leyes que recubren la mayoría de los esquemas conocidos al nivel atómico, y entre esas leyes hay algunas de conservación, esto es, que niegan la creación ex-nihilo y la aniquilación sin resto de sistemas materiales (partículas o campos), por muchas que sean las partículas que se "aniquilan" (esto es, que se transforman en fotones) y viceversa. En resolución, la teoría de los quanta respeta el determinismo general igual que cualquier otra teoría científica. ¿Y cómo podría ser de otro modo si esa teoría pretende esforzarse por alcanzar el objetivo de la ciencia, que es la reconstrucción conceptual de los esquemas (leyes) del ser y el cambio? Imaginar acontecimientos que obedecieran a leyes, pero fueran indeterminados (como, por ejemplo, la creación de átomos a partir de la nada) sería reconocer que ninguna ley es realmente necesaria, puesto que todo es posible, incluso la magia: de hecho, si un átomo puede surgir sin condición antecedente determinada, entonces ¿por qué no va a poder hacer lo mismo una molécula? Y si lo puede una molécula, ¿por qué no un cromosoma? Y si lo puede un cromosoma, ¿por qué no una célula? Y si lo puede una célula, ¿por qué no un dinosaurio? Dicho brevemente: el determinismo general está implantado en la ciencia qua ciencia, en la medida en que la investigación científica es la búsqueda y la aplicación de leyes, las cuales, a su vez, ponen límites a las posibilidades lógicas, como puede ser el nacimiento de algo a partir de nada o la desaparición de algo en nada.

domingo, 6 de abril de 2014

La vulgar estafa de la teología

"Si los logros de los científicos fueran eliminados mañana, no habría más médicos, solo médicos brujos, ni transportes más rápidos que los caballos, ni computadoras, ni libros impresos, ni agricultura más avanzada que la de subsistencia.
Si todos los logros de los teólogos fueran eliminados mañana, ¿notaría alguien la diferencia?
Incluso los malos logros de los científicos, las bombas y los barcos balleneros guiados por sonar, funcionan. Los logros de los teólogos no hacen nada, no afectan a nada, ni significan nada"

Richard Dawkins.



Adelantándome a la lectura del nuevo número de la colección ¡Vaya Timo! de Laetoli, dejemos la vaguedad del concepto de mamerto para meternos con una "disciplina académica" entera: la teología ha sido una disciplina respetada y resguardada por universidades y conventos durante siglos; se han creado institutos, gastado toneladas de tinta y cientos de intelectualoides que se ponen a "reflexionar" (ejem, ejem especular, ejem, ejem) sobre qué desea que sepamos o no un dios específico, recibiendo financiamiento ya sea por el sector público o privado. Soy de los que piensan que esto tiene que acabar.

Ya bien lo decía Jorge Luis Borges: "Creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género..." pero más allá, la teología no tiene nada a su favor. Tal vez usted piense que estoy siendo muy extremista, o que las mismas críticas hechas de hombres de paja hacia la filosofía ahora las utilizo para la teología, pero la verdad no es lo mismo; permítame explicar por qué. No creo estar llegando a un extremismo irracional, por el hecho que cualquiera puede pensar y cuestionarse: ¿para qué sirve crear un edificio de especulaciones (y luego hacerlos pasar por conocimientos) sobre un punto del que, para empezar, no se ha demostrado siquiera que existe? Y más allá de eso ¿tiene sentido "estudiar" algo que  no puede ser conocido (no es ningún secreto que los dioses y las entidades espirituales no pueden ser estudiadas de forma directa)? No veo extremismo alguno cuando respondo con un rotundo no a estas cuestiones.


Hasta aquí hemos hablado de la utilidad de la teología en términos epistemológicos y culturales (o sea, qué tiene que aportar esta disciplina al conocimiento o a la sociedad en general). ¿Podría ser que tiene algún otro tipo de aporte? Desde un punto de vista histórico, podemos responder que sí. La teología, como disciplina, nace en la Europa medieval, reconociéndola como "la ciencia que estudia la revelación divina" (aclarando: el concepto de ciencia se refiere a la definición clásica o aristotélica, no a la definición actual de ciencia). Entendiendo esto, parece obvia su importancia a la hora de formar un cuerpo formalizado de supuestos conocimientos y reflexiones que justificaban una serie de creencias para legitimar a la iglesia, y de paso, lo que ésta afirmaba.

Fue a partir del debate teológico que se determinó que las creencias en la absolución, la transubstanciación, el purgatorio, el pecado original, el culto a la virgen María y la santa Trinidad, iban a ser parte de la doctrina católica como dogmas de fe, o sea, verdades incuestionables. Además de estas supersticiones, también se dio pie "argumental" a ideas nocivas como el machismo, la idea de una autoridad incuestionable (pues toda autoridad es puesta por Dios, así que ¿quiénes somos nosotros al cuestionar sus planes? A Hitler le gusta esta idea), el combate al paganismo y la herejía, el patriarcado, el derecho natural... En fin, vemos que la teología sí tuvo aporte político e ideológico, ahora resta preguntarnos si este realmente fue bueno. Creo que comprenderán por qué pienso que no, ¿verdad?

"La teología es algo así como un conjunto de cuentos fantásticos, que pueden ser muy bellos e interesantes pero no son reales. Proceden de la imaginación de quienes los narran, no de una investigación rigurosa de la realidad. Las enseñanzas de la teología son inventos (muy ingeniosos, por lo demás) que no se refieren a algo real. La teología está mucho más cerca de la literatura fantástica o la ciencia ficción que de la filosofía o la ciencia", escribe Gabriel Andrade, doctor en Ciencias Humanas de la Universidad del Zulia, Venezuela, y autor (entre otras obras) de La teología ¡Vaya Timo!, el siguiente número de la colección de Laetoli. 

La teología no se basa en la observación ni el conocimiento científico, tampoco analiza de forma crítica sus postulados. Parte de dogmas ya establecidos que no cuestiona, y sobre los cuales construye un edificio elegante pero carente de contenido real. Si ha servido para algo es para justificar creencias irracionales y para ponerles a éstas el saco de respeto por ser un trabajo "académico." Tal vez en la Edad Media esto era permisible debido a la censura de pensamiento, el desarrollo pobre del conocimiento científico y el estudio acrítico de la filosofía clásica permitido solo aquellos que estudiaban en conventos, pero hoy por hoy, la teología no tiene (o no debería tener) lugar ni respeto académico, sencillamente porque no lo merece. La teología, igual que otro montón de tonterías milenarias, es una disciplina hada de los dientes, no una disciplina real. Y es justamente por esas razones el que sea vergonzoso saber de la existencia de tantos institutos de prestigio brindando licenciaturas, maestrías y doctorados en teología.

Por si aun no queda claro el asunto, Andrade nos recuerda que "más allá de esa creencia genérica en la existencia de Dios, la teología es meramente especulativa y, como tal, no merece respeto académico. La teología estudia los ángeles, los demonios, la gracia, el Espíritu Santo, la resurrección, el alma, el apocalipsis. Nada de esto merece un lugar en la universidad, como tampoco merece un espacio académico el estudio del yeti, el chupacabras, las energías espirituales o las auras. Es hora de decir que la teología consta de supercherías que están al mismo nivel que otros timos. La universidad es un espacio para la discusión racional, y en ella no encaja la discusión de doctrinas aceptadas sobre la base de la autoridad y la fe".

Véase más: Theology, entrada de la RationalWiki; The Emptiness of Theology, artículo de Richard Dawkins; La teología ¡Vaya Timo! de Gabriel Andrade, Laetoli, 2014.

miércoles, 2 de abril de 2014

Hipótesis filosóficas en la ciencia II: la realidad tiene una estructura de varios niveles

Continuando con la explicación de las hipótesis filosóficas dentro de la investigación científica, Mario Bunge nos habla del pluralismo (término que con el tiempo sustituiría por el de sistemismo y que va íntimamente ligada a la de emergentismo, concepto definido por la segunda hipótesis ontológica de la que Bunge habla en el segundo párrafo) en la ciencia. La existencia de niveles o sistemas y que de uno puede surgir otro (como del sistema físico emerge el sistema químico y de este emerge el biológico) pone en jaque tanto a doctrinas pseudofilosóficas como el holismo epistemológico, como pseudocientíficas, tales como el reduccionismo genético tan de moda en nuestros tiempos, dado que los sistemas emergentes no son reductibles a los sistemas de los cuales emergen. Sin más que aclarar, leamos lo que Bunge nos decía sobre estas hipótesis ontológicas:

Es una hipótesis ontológica contenida en (y apoyada por) la ciencia moderna la de que la realidad, tal como la conocemos hoy, no es un sólido bloque homogéneo, sino que se divide en varios niveles o sectores, caracterizado cada uno de ellos por un conjunto de propiedades y leyes propias. Los principales niveles reconocidos hasta el momento* parecen ser el físico, el biológico, el psicológico y el sociocultural. Cada uno de ellos puede a su vez dividirse en subniveles. Por ejemplo, los subniveles principales del nivel físico son el físico propiamente dicho y el químico; y los principales subniveles del nivel sociocultural son el económico, el sociocultural propiamente dicho y el cultural. Pueden introducirse subdivisiones más finas, y ninguna de ellas es tajante y rígida.
Otro presupuesto, relacionado con el anterior, es que los niveles superiores arraigan en los inferiores, histórica y contemporáneamente; o sea, que los niveles superiores no son autónomos, sino que dependen en cuanto a su existencia de la subsistencia de niveles inferiores, y han surgido en el tiempo a partir de los inferiores en cierto número de procesos evolutivos. Este arraigo de lo superior en lo inferior es la base objetiva de la explicación parcial de lo superior por lo inferior o a la inversa.
Las dos hipótesis ontológicas básicas que acabamos de señalar están insertas en la visión contemporánea de las cosas, hasta el punto de que subyacen a la clasificación corriente de las ciencias y dominan más o menos nuestro sistema de educación superior. Así, por ejemplo, el psicólogo científico se ve obligado a aprender cada vez más biología y hasta química y física, porque cada vez se ve más claro que los hechos psíquicos arraigan en esos niveles inferiores; pero el psicólogo se ve también cada vez más obligado a comunicar con la sociología, porque estamos dándonos cuenta de que existe una reacción del nivel sociocultural sobre los niveles inmediatamente inferiores a él: así reconocemos la influencia de la religión en las costumbres de alimentación y la reacción de estas últimas costumbres sobre la producción de alimentos. Sólo los físicos tienen derecho a ignorar los niveles superiores -y a veces los ignoran hasta el punto de hablar de una influencia mental directa de los fenómenos físicos, saltándose así los niveles intermedios.
Además subyace la citada hipótesis de los niveles a varios importantes principios de la metodología científica, los de parsimonia de niveles, trascendencia de niveles, nivel-origen y contigüidad de niveles. (Según algunos filósofos los niveles son un asunto puramente metodológico, sin alcance ontológico. Pero ésta es otra hipótesis ontológica, la cual, además, separa la metodología del resto y es por tanto incapaz de explicar por qué un método es eficaz o fracasa). El principio de la parsimonia de niveles es como sigue: "Empezar por estudiar los hechos en su propio nivel; no introducir más niveles más que si resulta imprescindible". Por ejemplo, no hay que introducir la psicología y la psiquiatría en el estudio de la política internacional, puesto que se puede andar un gran trecho sin su compañía. El principio de la trascendencia de niveles: "Si un nivel es insuficiente para dar cumplida cuenta de un conjunto de hechos, hay que ahondar bajo su superficie y por encima de ella en busca de los niveles cognitivos". Por ejemplo, para explicar los enlaces químicos no hay que detenerse ante las leyes particulares de las reacciones químicas o su correspondiente termodinámica, sino que hay que mirar también por debajo del nivel molecular, al nivel atómico, en busca de los mecanismos relevantes. Principio del nivel-origen: "Intentar explicar lo superior por lo inferior, y no invertir el proceso sino en última instancia". Por ejemplo, hay que intentar resolver el problema de la resolución de problemas por los animales utilizando los conceptos de ensayo y error y de aprendizaje; no se introducirán la comprensión y la inteligencia más que si ese primer planteamiento es insuficiente y si la complejidad del sistema nervioso del animal estudiado hace posibles la comprensión y la inteligencia. Este principio puede llamarse también principio de reductivismo metodológico, que no debe confundirse con el reductivismo ontológico ni con la negación de los niveles. Principio de contigüidad de los niveles: "No saltarse niveles, esto es, no ignorar los niveles intermedios cuando se establecen relaciones entre niveles". Por ejemplo, no hay que considerar adecuada una explicación de un esquema de comportamiento social sobre la base de términos físicos, porque los estímulos físicos no pueden alcanzar el nivel social más que a través de organismos dotados de ciertas capacidades psíquicas. El salto de niveles puede ser, sin embargo, inevitable cuando se dispone de poco conocimiento; y puede ser incluso interesante cuando los procesos intermedios no tienen interés en la investigación en curso. Pero éstas son consideraciones pragmáticas que no tienen valor cuando el objetivo perseguido es una fiel reproducción de la realidad.
*Bunge, en el mismo párrafo, habla de la química como un subnivel de la física. Sin embargo, este sería un error que el epistemólogo corregiría en sus obras siguientes al reconocer la existencia del nivel o sistema químico o quimiosistema como un sistema independiente del sistema físico. El sistema químico se encontraría emergiendo del sistema físico y dando origen emergente a la vez al sistema biológico, etc. Para profundizar más en el asunto del sistemismo y el emergentismo véase Emergencia y Convergencia, de Mario Bunge, Gedisa, 2004.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Hipótesis filosóficas en la ciencia I: la realidad del mundo externo

Hace unos días, y luego de un buen tiempo, me regresaron mi libro de La Investigación Científica, obra magna del epistemólogo argentino Mario Bunge. Aunque con gusto y sin problemas puedo prestar mis libros aquellos que considero de confianza, lo cierto es que ya lo extrañaba leer los problemas y cuestionamientos que Bunge plantea en este libro, cuyo prólogo asegura que este viene a ser "el primer tratado sistemático de epistemología" (o filosofía de la ciencia, pues).

Dándole un repaso al índice para recordar su contenido, me topé un con un tema bastante interesante en el capítulo 5 de la parte II: Hipótesis filosóficas en la ciencia. El tema habla de los problemas y supuestos de tipo filosófico que la actividad científica contiene. En este, Bunge explica, de forma rigurosa, que la ciencia maneja varios supuestos de contenido filosófico (o hipótesis filosóficas), las cuales son la base para hacer una correcta investigación científica. Estas hipótesis son el realismo, el sistemismo (o el hecho de que la realidad tiene una estructura de varios niveles), el determinismo ontológico, el determinismo epistemológico y el formalismo (o autonomía de la lógica y las matemáticas).

Así pues, para evitar malas interpretaciones de mi parte, les comparto la hipótesis filosófica 1: el realismo o la aceptación de la realidad del mundo externo, no sin antes también reproducir la breve introducción de Bunge sobre las hipótesis filosóficas* (el remarcado en negritas de algunas oraciones es mío):

El conocimiento científico no contiene supuestos filosóficos. De esto se infiere frecuentemente que la investigación científica no tiene ni presupuestos filosóficos ni alcance filosófico, y que, por tanto, la ciencia y la filosofía serían compartimentos impermeables. Pero esa es una conclusión precipitada. Tal vez no se encuentre la filosofía en los edificios científicos terminados (aunque incluso esto es discutible), pero en todo caso es sin duda parte del andamiaje utilizado en su construcción. Y, a la inversa, la filosofía puede y debe construirse con el método de la ciencia y sobre la base de los logros y fracasos de la investigación científica. No podemos argüir aquí ese último punto: lo que nos va a ocupar aquí es sustanciar la tesis de que la investigación científica presupone y controla ciertas importantes hipótesis filosóficas. Entre ellas destacan las siguientes: la realidad del mundo externo, la estructura de muchos niveles que tiene la realidad, el determinismo en un sentido amplio, la cognoscibilidad del mundo y la autonomía de la lógica y de la matemática.
   1. Realismo: La Realidad del Mundo Externo. Algunos filósofos sostienen que la ciencia factual no presupone, emplea ni confirma la hipótesis filosóficas de que existen objetos reales, o sea, de que hay algo que existe independientemente del sujeto conocedor. Pero eso es un error. En primer lugar, la mera noción de verdad factual, o adecuación de una proposición a un hecho, contiene la noción de hecho objetivo; sólo la verdad formal, por ser una propiedad sintáctica, es independiente de los hechos, y por eso puede ser completa y, consiguientemente, definitiva. En segundo lugar, cuando se construye una hipótesis factual para cubrir un conjunto de hechos, se presupone que los hechos son reales (actuales o posibles); no se pierde tiempo en la ciencia en dar razón de hechos inexistentes. En tercer lugar, ya las contrastaciones en búsqueda de la verdad factual de una hipótesis presuponen que hay algo fuera del mundo interno del sujeto y que concordará en alguna medida con la proposición en cuestión o discrepará de ella. Si ese algo dependiera enteramente del sujeto, no hablaríamos de contrastaciones objetivas ni de verdad objetiva. en cuarto lugar, todo procedimiento empírico de la ciencia empieza por establecer una línea de separación entre el sujeto investigador y su objeto: si no se trata esa línea y cualquier otro operador puede tener acceso al mismo objeto, el procedimiento no debe ser aceptable para los científicos. En quinto lugar, la ciencia natural, a diferencia de concepciones pre-científicas como el animismo y el antropomorfismo, no da cuenta de la naturaleza usando los términos apropiados para atributos típicamente humanos, como haría si la naturaleza dependiera de algún modo del sujeto. Así, por ejemplo, no damos razón del comportamiento de un objeto basándonos en nuestras expectativas ni en otras variables subjetivas, sino que, por el contrario, basamos nuestras expectativas racionales en las propiedades objetivamente averiguables del objeto tal como nos es conocido. En sexto lugar, no habría necesidad de experimentar ni de teorizar acerca del mundo si éste no existiera por sí mismo; una teoría factual refiere a algo que no es el sujeto (aunque puede ser una persona considerada como objeto) y la contrastación empírica de la teoría supone manipulación y hasta a veces la modificación (mediante el experimento) del correlato de la teoría. En séptimo lugar, la ciencia factual contiene reglas de interpretación que presuponen la existencia real de los correlatos. Así, por ejemplo, la regla semántica "'Z' designa el número atómico de un elemento" no se inventa por gusto ni para correlatar determinadas percepciones, sino que se supone que establece una relación entre el signo 'Z' y una propiedad física objetiva (aunque no-observable), a saber, el número de electrones que hay en un átomo. En octavo lugar, no sería necesaria ninguna corrección sucesiva de las teorías factuales si fueran meras construcciones convencionales que no intentaran reflejar la realidad de un modo simbólico. Si creyéramos menos en la existencia de los átomos que en nuestras teorías atómicas, no estaríamos dispuestos a corregir estas últimas en cuanto que presentan sus defectos, sino que abandonaríamos la hipótesis de la existencia de los átomos. En noveno lugar, los axiomas de una teoría factual son enunciados afirmativos más que negativos, no sólo porque las proposiciones negativas son más bien indeterminadas y, por lo tanto, poco fecundas, sino también porque una proposición afirmativa sugiere la búsqueda de alguna entidad o propiedad existentes, puesto que sólo la existencia de ese correlato puede hacer verdadera aquella proposición; en cambio, las proposiciones negativas son verdaderas si no existe nada que las false. En décimo lugar, los enunciados legaliformes presuponen la existencia objetiva de los objetos a cuyas propiedades se refieren; pues en otro caso su verdad sería vacía.  En resolución: la ciencia factual no prueba la existencia del mundo externo, sino que presupone sin duda ninguna esa hipótesis filosófica. Los que quieran refutar esa hipótesis tendrán pues que prescindir de la ciencia.
  Así pues, podemos mirar la tesis que, con el tiempo, sería la base (y continúa siéndolo) del trabajo epistemológico de Bunge.

Bunge siempre resalta la idea principal y la razón por la que la filosofía sencillamente no morirá jamás mientras aún exista la humanidad: toda actividad racional del ser humano (y por racional no entienda que tenga sentido con el mundo real. Basta con que sea un conjunto de ideas y afirmaciones coherentes entre sí, no necesariamente haciendo alusión algo real. O sea, bajo el concepto de actividad racional humana entran también la ideología política, la religión, el activismo, las doctrinas esotéricas y la pseudociencia) tiene presupuestos y problemáticas de contenido filosófico.

*Para evitar entrar en problemas que más adelante iremos tratando, omití los párrafos que se encuentran con asterisco dentro del libro. En su nota introductoria Como Debe Usarse Este Libro, Bunge nos explica que los párrafos que están entre asterisco pueden ser omitidos en una primera lectura.

sábado, 22 de marzo de 2014

Biodiversidad humana... quiso decir racismo, ¿no?

El siguiente escrito es un fragmento de mi artículo top 10 "Mis tonterías favoritas de las humanidades II", del que decidí presentar algunos de los puntos de ese top por separado para así tener un espacio para cada uno de esos temas. Si usted quiere ver todo el top, entre al anterior enlace y no se quede con las ganas.


Pareciera que hoy en día los conceptos que suenan muy técnicos y eruditos están de moda entre los defensores de la pseudociencia. Así es como tenemos conceptos como complejidad irreductible, energía orgónica, diseño inteligente, principio antrópico, medidores de fenómeno de voz electrónica, creacionismo científico, memoria del agua, praxeología, teoría del antiguo astronauta, ley de la atracción, memética, programación neurolingüística... y también, uno que se ha puesto de moda entre antropólogos, políticos de derecha y filósofos sociales: biodiversidad humana.

Aunque por fortuna, los racistas, digo, los "estudiosos" de la biodiversidad humana son pocos, lo cierto es que esta idea vestida con las faldas científicas no solo es una pseudociencia pura y dura, sino que además es una amenaza para la integridad e igualdad ciudadana. Para empezar, hay que dejar en claro que NO existe diferencia entre la definición de biodiversidad humana y la de racismo [pseudo]científico. Biodiversidad humana es un eufemismo de racismo, así sin más.

Este eufemismo hace alusión a la idea de que existen una serie de hechos evolutivos demostrables gracias, principalmente, a la medición del IQ en las razas. La genética (según se nos dice) demuestra que hay una clara diferencia entre la inteligencia de cada raza. Esto demuestra, entonces, que las razas existen y que hay una clara diferencia unas de otras. Aunque esto suena a ideas propias de la época colonial o del Tercer Reich, lo cierto es que existen defensores que cada vez ganan más adeptos y se suelen citar entres estas figuras autores como J. Philippe Rushton, Peter Frost, Richard Lynn, Nicholas Wade, entre otros. El término es poco conocido en el mundo hispanoparlante, aunque tiene sus defensores notables tales como el filósofo y autor del blog popular La Revolución Naturalista, Eduardo Zugasti.

Zugasti representa un excelente ejemplo de lo que se conoce como "ilustrados oscuros" o neoreaccionario (calificativo que él mismo se adjudica, para que no piensen que hago difamación) que trata de simplificar de tal forma las supuestas razones por las que la mayoría "negamos" la biodiversidad humana: fraudes, errores factuales y hombres de paja. La verdad es que el asunto no es así de simple, y no se reduce solo a la apelación moral (algo que Zugasti identifica con la falacia moralista), sino que la defensa de la existencia de razas es ya de entrada un error y por tanto, el supuesto estudio "científico" de éstas resulta en ser solo pseudociencia. Profundicemos un poco más en el asunto.

La principal bandera que los racistas, digo (perdonen, es costumbre), los defensores de la biodiversidad humana utilizan para sostener sus afirmaciones, es que existe una correlación "clara" entre el coeficiente intelectual (IQ) y la raza en específico. Se nos dice que si se acepta que los estudios de IQ son ciencia (y según ellos, eso es algo que no se cuestiona en la comunidad científica), entonces tenemos que aceptar "el hecho" de que hay una diferencia entre el IQ de, por ejemplo, los asiáticos, los africanos y los europeos. Rushton (un psicólogo racista hasta los huesos, pero que al parecer sus seguidores como Zugasti lo admiraron mucho como un experto en genética y "estudioso" de las razas), por ejemplo, aseguraba que existía una correlación entre el tamaño del cerebro y el pene en las razas

Rushton notó que los africanos tienen penes grandes en comparación con otras razas. Como todo un "genio", continúo estudiando este curioso tema, solo para concluir que hay una correlación inversa entre el tamaño del pene y del cerebro. Así, como decía, los orientales tienen penes pequeños en comparación con otras razas, pero su cerebro es mucho más grande haciendo la misma comparación; los negros en cambio, son la raza que tiene los penes más grandes pero los cerebros más pequeños. Eso sí, el tamaño de ambas partes del cuerpo en los caucásicos "europeos" siempre es el adecuado. Si usted encuentra coherencia o profundidad científica en este tipo de cosas, considere el nunca tener influencia social por el bien de las mentes que podría contaminar con este tipo de tonterías nocivas.

Contrario a lo que estos "estudiosos" creen, lo cierto es que no existe ni una aceptabilidad para los medidores de IQ en la comunidad científica, ni existe nada que demuestre de forma siquiera parcial que exista una relación entre el IQ y la raza. Vamos, no hay nada que para empezar demuestre la existencia de las razas, más allá de un concepto cómodo que se utiliza de forma ambigua. "La idea de 'las razas' es un producto ultrasimplista de la era del descubrimiento y el imperialismo europeo. Todo se clasificaba, todo se estudiaba, no siempre con bases científicas, y se intentó hacer lo mismo con los seres humanos", explica Mauricio-José Schwarz.

Lo cierto es que las evidencias son claras. No existe algo como raza, como si se tratara de una clasificación o distinción específica dentro de la taxonomía. Lo que es más, existen evidencias aplastantes de variabilidad en las poblaciones que los racistas tratan de ver como si se trataran de un único tipo (o subtipo) de humanos solo por su color de piel. La variabilidad poblacional es una fuerte razón para echar a la biodiversidad humana al mismo saco de pseudociencias nocivas como la frenología, la antropometría y la antropología nazi. Sin embargo, algunas veces se asegura que los "negadores" de la biodiversidad humana niegan las diferencias genéticas de poblaciones, lo cual no es más que un cínico hombre de paja, tal como explica Schwarz (hablando del blog de Zugasti):
Algunos creen que esto implica negar las diferencias genéticas entre poblaciones. O les conviene decir que otros lo creen porque así los pueden pintar como imbéciles. Lo que se llama el "hombre de paja": decir (como en el blog racista) que los enemigos del racismo "niegan la variabilidad genética poblacional" y una vez habiéndolos dejado como idiotas atribuyéndoles esa afirmación que no hacen, argumenta en favor de una posición racista arbitraria.
La conclusión al respecto, tal como señala Schwarz, es que todos somos mestizos. Es decir, no existe una raza como tal, sino que gracias a la deriva genética existe una variabilidad de poblaciones que sencillamente por el hecho de ser esto un hecho del mundo real (valga la redundancia), derrumba la idea de raza. Esto se muestra por los estudios en genética de poblaciones, los cuales han demostrado que todos, sí todos, somos "hijos de África." Idea que parece no gustar a los "ilustrados oscuros."

Véase más: IQ and race, entrada en The Skeptic's DictionaryRacial realism y Neoreactionary movement, entradas de la RationalWiki; Race, Intelligence and Limits of Science: Reflection on the Moral Absurdity of "Racial Realism", ensayo de Tim Wise; Raza, poblaciones y biodiversidad humana, artículo de Mauricio-José Schwarz.